26 febrero 2008

Mi pequeño homenaje a Paint Shop Pro 3.11

Hace unos días, unas compañeras de otro centro me preguntaron si conocía alguna aplicación sencilla y manejable para poder editar y modificar imágenes, dibujos o símbolos que despues querían insertar en un documento.

Les dije que conocía muchas y muy buenas, pero que sólo manejaba una a la que siempre había sido fiel, desde el año "noventaitantos" -más del principio de los taitantos que del final-.Me miraron extrañadas, como pensando: "¡Qué obsoleto está este chico!".

Estuve un rato enseñándoles y explicándoles el manejo de la aplicación. Observaron como se podían cargar y guardar en muchos tipos de formatos, hacer una exploración de las imágenes de una carpeta, cambiar el tamaño y el número de colores de la imagen, capturar un área o la pantalla completa del ordenador, manejar herramientas simples para modificar la imagen y un sinfin de etcéteras más. Vamos, una aplicación fácil y sencilla que sigo manejando todos los días.

Y encima, ocupa poco más de 1800 Kb, vamos, un "disquette y medio" de los de antes.

-Y ¿cómo dices que se llama?
- Paint Shop Pro Versión 3.11 para Windows 3.X
- Pero ese Windows ya no se usa.
- Da lo mismo, la aplicación sigue funcionando en cualquier sistema. Yo la he manejado en el 3.1, en el 3.11, en el 95, en el 98, en el XP.

Y es que los sistemas pasan, pero ella permanece.

Tras ver todas las posibilidades, me preguntaron que cuánto costaba.

- ¡Es shareware y está descatalogada!, les contesté.
- ¿De verdad podemos utilizarla?
- Podéis descargarla desde aquí, porque yo siempre la he encontrado ahí esperándome.

Desde aquí mi pequeño homenaje a la casa JASC por haber creado esta maravilla que sigo utilizando con mucho cariño.

Y para acabar, como dijo el filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955): "La fidelidad es la confianza erigida en norma".

1 comentario:

  1. Yo también hice mis pinitos con el Paint Shop Pro en la época del Clic 2.0.

    Los "profes" de mi centro son más prácticos aún y con Paint hacen maravillas.

    A veces nos empeñamos en enseñarles programas con mil opciones y en realidad solo necesitan dos.

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